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La Corea tradicional en Andong y Gyeongju

Proseguimos nuestro viaje por el sudeste de Corea para conocer Andong y Gyeongju, lugares plenos de historia, tradición y folklore. Aquí florecieron y prosperaron el reino Silla (57 a.C.-935), Reino de los Tres Reinos, y la dinastía Joseon (1392-1897). Fueron imperios que gobernaron durante cientos y cientos de años, bajo fuertes influencias del budismo y el confucianismo. Asentaron los cimientos de la Corea de hoy en día y son fundamentales para entender la cultura y sociedad coreana actuales.

Andong es una ciudad pequeña pero de gran interés cultural. Acoge probablemente el «pueblo tradicional» más importante de todo el país y es famosa por sus máscaras. El Pueblo Tradicional de Hahoe se encuentra a las afueras de la ciudad y es básicamente una atracción turística. No obstante, nos pareció hermoso. Sus casas se mantienen perfectamente conservadas y preservan el estilo arquitectónico antiguo de la época Joseon. Además, el entorno es idílico. La aldea se asienta a orillas de un río, entre prados y montañas, organizada según los principios geománticos del pungsu (el feng shui coreano) creando la forma de la flor de loto.

Las danzas de máscaras tienen una larga tradición en Corea y se han utilizado con fines religiosos y también artísticos. En Hahoe pudimos disfrutar del Baile de Máscaras de Hahoe, que es una obra de teatro sobre un antiguo ritual chamánico en el que se honraban los diferentes espíritus del pueblo. Fue una obra cómica que nos mantuvo a todos con la carcajada en la boca de principio a fin. Además, tuvieron el gran detalle de regalarnos una bolsa de arroz de la zona por ser los únicos espectadores extranjeros. Pocos días antes de nuestra llegada, como cada octubre, se había celebrado el Festival de Máscaras de Andong.

 

Durante el ascenso de la época Joseon, Andong se convirtió en uno de los centros de estudios confucianos más importantes del país. El confucianismo se considera un conjunto de doctrinas morales y religiosas que nació y se desarrolló en China pero que tuvo gran influencia también en Vietnam, Japón y Corea. De hecho, la sociedad Joseon fue una de las sociedades confucianas más fervientes que han existido. Según esta filosofía, cada persona nacía con un límite preestablecido al que podía aspirar en la vida, siempre restringido por su genética. La aristocracia supervisaba un sistema de castas que dictaba qué ropas podían vestir, con quién se podían casar o qué puestos podían asumir, entre otras cosas. La academia de Dosan Seowon cerca de Andong, fue una de las más importantes de la época y la única localizada fuera de Seúl. Rodeada por bosques, ríos y prados preciosos, aquí acudían a prepararse para superar los dificilísimos exámenes para ser funcionario de la época. Se construyó en el año 1574 en honor al oriundo de Andong Yi Hwang, mejor conocido como Toegye, uno de los personajes históricos más venerados en Corea. Según dicen muy inteligente, trabajador y justo, asentó las bases del neo-confucianismo, más racional y secular, creía en el avance basado en los éxitos por encima de la herencia.

En Andong comimos una de las mejores «barbacoas coreanas» del viaje, concretamente la variante bulgogui o de ternera. La gastronomía coreana nos encanta y seguramente el primer premio se lo damos a las barbacoas. De diferentes carnes, pescados, mariscos, verduras u otros ingredientes vegetarianos, son deliciosas. El proceso de prepararlas y comerlas además es muy especial. Los restaurantes suelen estar distribuidos en mesas redondas con una salida de humo individual en el centro que se ajusta sobre la parrilla de carbón. Alrededor se colocan pequeños recipientes con banchan o entrantes; por supuesto nunca falta el kimchi. Las porciones de carne normalmente las trocea el propio comensal y condimenta con especias o diferentes salsas (soja o sésamo) antes de ir cocinándolas en el centro de la parrilla. En los laterales se prepara el ajo, queso u otros aderezos. La manera tradicional de comerlo es envolviendo en una hoja de lechuga la carne junto con ajo y ssamjang.

No pudimos dejar Andong sin probar la especialidad local en uno de los múltiples restaurantes del mercado que la preparan: el Andong jjimdak. Se trata de un plato de pollo hervido acompañado por verduras marinadas en ganjang (salsa de soja coreana), caldo y noodles de cristal. Delicioso.

De Andong partimos hacia Gyeongju, muchas veces conocido como el Kyoto de Corea. Es una ciudad tradicional con gran interés histórico ya que fue la capital de la antigua dinastía Silla, que reinó en la Península de Corea durante casi un milenio. El Silla Tardío fue un periodo próspero y poderoso en el que Gyeongju se convirtió en la cuarta ciudad más grande del mundo. Con el paso de los años, la belleza y la importancia de la ciudad fueron decayendo. Arrasada por mongoles y japoneses, sus esculturas, tesoros y reliquias sufrieron numerosos asaltos. Sin embargo, en el siglo XX, se iniciaron estudios y excavaciones arqueológicas que han permitido redescubrir la gran dinastía Silla y han convertido la ciudad en uno de los puntos turísticos más importantes del país.

Lo más característico de Gyeongyu probablemente son sus tumbas. En la cultura coreana tradicionalmente los muertos son enterrados bajo tierra y sobre las sepulturas se crean montículos artificiales. Estos montículos se llaman túmulos y pueden verse salpicando prados y colinas en las zonas rurales del país. En Gyeongju, durante los triunfantes años del periodo Silla, cientos y cientos de personas, también reyes, fueron enterrados de este manera. Nosotros comenzamos visitando los enormes túmulos de Noseo-ri y Nodong-ni. En pleno centro de la ciudad, se encuentran en un espacio abierto y no vigilado; no obstante, las señalizaciones que los acompañan evitan que cualquiera se atreva ni siquiera a acercarse. Muy cerca se encuentra el Parque de los Túmulos, que este sí amurallado, alberga más de dos docenas de túmulos, entre ellos el que protege la gran tumba del legendario rey Michu.

A la salida del Parque de los Túmulos, alquilamos unas bicicletas y nos adentramos en el gran Parque de Wolseong. Muy popular entre los coreanos, coincidimos con familias y parejas de paseo, niños volando sus cometas u otras personas en bicicleta. Aunque contiene también numerosos túmulos, quizás la principal atracción del parque es la pequeña torre-observatorio de Cheomseongdae, del siglo VII.

Después de un pequeño aperitivo coreano, continuamos nuestra ruta en bicicleta para visitar el Estanque de Anapji. Se trata de un gran estanque y jardines construidos también en el siglo VII por el Rey Munmu.

A pocos minutos en bicicleta, nos topamos con el Pueblo Tradicional de Gyochon donde, también por casualidad, comimos en un bonito restaurante típico un menú compuesto por montones de platillos; espectacular.

A diferencia de en las épocas  posteriores que el confucianismo fue ganando adeptos, durante el periodo Silla el  budismo era la principal religión del país. El gobierno y la sociedad funcionaban según los principios budistas y se construyeron grandes templos y pagodas. En los alrededores de Gyeongju se encuentran varios de los templos budistas más importantes. A pocos minutos en autobús de línea, llegamos al complejo del templo Bulguksa. Enclavado en las laderas del monte Toham, es un gran templo precioso que merece la pena visitar.

Cogimos otro autobús local para visitar la cercana gruta budista de Seokguram. Tras un agradable paseo a lo largo de una alameda, llegamos a esta pequeña gruta de granito construida de forma artificial en el siglo VIII. En su interior se encuentra protegida por un vidrio una delicada estatua de buda en el momento de la iluminación. Las vistas desde la zona de acceso, hacia el Mar del Este, son increíbles.

Para despedirnos de Gyeongju, el último día, cenamos en el magnífico restaurante Hongsi Hanjungsik. Se trata de un local tradicional totalmente acogedor con un servicio familiar y agradable y un menú interminable compuesto por todo tipo de platos deliciosos.

Las antiguas capitales birmanas, a un paso de Mandalay

A menos de 20 km de Mandalay, permanecen casi inalteradas tres joyas birmanas: Amarapura, Sagaing e Inwa. Son tres ciudades antiguas que sin duda merece la pena visitar en excursión de uno o dos días desde Mandalay.

Nosotros alquilamos un taxi para todo el día. Creemos que es una manera fácil, cómoda y razonablemente económica para realizar esta visita, pero sobre todo, fue nuestro conductor-guía el que marcó la diferencia. Él nos brindó la oportunidad de conversar tranquilamente con un birmano sobre diferentes temas, nos acompañó y nos guió en los templos y pagodas hasta los rincones más especiales y nos descubrió platos de la cocina birmana que sin él no hubiéramos probado.

Antes de salir de la ciudad, hicimos una parada en la Pagoda de Mahamuni. Se trata de uno de los lugares de peregrinación más importantes de todo el país ya que en su interior acoge una de las representaciones más adoradas de Buda Gautama. Se dice que es la única copia verdadera que existe de Buda, realizada en vida del mismo y tomándolo como modelo. Las evidencias arqueológicas constatan que es una de las representaciones más antiguas de Buda, pero la datan en el siglo II, unos ochocientos años después de su existencia. Tras un largo pasillo flanqueado por tiendas de recuerdos y tras vestir «apropiadamente» a Carles con una falda larga, tuvimos que tomar diferentes caminos. Las mujeres no tienen acceso a la cámara de Mahamuni y tienen que conformarse con venerarlo a sus pies a cierta distancia. Los hombres pueden tocarlo y depositar sobre él pedazos de fino papel de oro. Este acto es considerado la forma de devoción máxima y le ha proporcionado a la estatua una capa extra de unos 15 cm. Su rostro en cambio permanece pulido y brillante, ya que cada mañana a las 4h puntualmente los monjes lavan su cara y recogen el agua utilizada guardándola como sagrada.

En la periferia de Mandalay, 11 km hacia el sur, llegamos a Amarapura, la «ciudad de la inmortalidad». La que antiguamente fuera capital del país en dos ocasiones (periodos 1783-1821 y 1842–1859), es hoy en día lugar de reposo, meditación y estudio para cientos de monjes llegados de todo el país. Donaciones privadas y trabajadores voluntarios sustentan la vida rutinaria de los religiosos, que son acogidos desde bien pequeños en el monasterio de Mahar Gandar Yone. Esta vez volvió a presentarse ante nosotros el dilema moral que tantas veces ha surgido durante el viaje. Hasta qué punto fotografiar a las personas y violar su intimidad, fomentando así que su día a día se convierta en un espectáculo y que cada vez más turistas quebrantemos su calma. En Amarapura nos resultó realmente difícil distanciarnos de una escena tan sencilla pero a la vez hermosa. A las 10.30h de la mañana comenzaron a aparecer desde diferentes direcciones jóvenes monjes envueltos en rojo burdeos que con paciencia y parsimonia se fueron uniendo a una hilera principal. Con sus utensilios en la mano, serios  y con mirada al frente, avanzaban despacio hasta la zona donde los voluntarios repartían las raciones de comida. Cada monje ocupaba su sitio en la mesa, callado, para vaciar el cuenco en pocos minutos y levantarse discretamente, recoger y continuar con su rutina.

Nosotros también proseguimos el camino hacia la región de Sagaing. Al otro lado del río Irawadi se encuentra esta otra antigua capital que hoy en día es igualmente centro monástico. Tristemente, también es conocida entre los birmanos porque allí murieron cientos de estudiantes a manos del ejército durante el levantamiento de 1988.  Visitamos primero a orillas del río una estatua de buda sin nombre que le gustaba mucho a nuestro conductor y que curiosamente dicen que es una réplica del Gran Buda de Kamakura en Japón. Después conocimos el Zayar Theingi, un convento de monjas budistas que rezaban y estudiaban, ellas envueltas en rosa, sin prestar atención a nuestra presencia curiosa. Terminamos la mañana ascendiendo a la pagoda de U-Min-Thone-Sel para ver sus bonitos budas alineados, pero sobre todo, ya desde la cima, para disfrutar de las magníficas vistas de la colina de Sagaing, salpicada por cientos de estupas y monasterios.

Por la tarde volvimos a cruzar el río en barco para llegar a Inwa (Ava para los británicos) que fue capital de reinos birmanos durante nada menos que 360 años entre los siglos XIV y XIX.  A lo largo de la historia, Inwa fue saqueada y reconstruida en numerosas ocasiones hasta ser abandonada tras los grandes terremotos del año 1839. Hoy en día es destino turístico. Nada más desembarcar uno se ve casi obligado a montar en un carro de caballos para recorrer la zona. Nosotros lo hicimos así y realmente disfrutamos del camino y de las paradas. Visitamos otro bonito monasterio de teca, el Bagaya Kyaung, donde entre sus postes de madera, aún viven y se educan unos pocos monjes. Muy diferente es el monasterio de Maha Aungmye Bonzan, de piedra y ornamentos de estuco, que se alza ocre entre el paisaje tropical. Del palacio real del rey Bagyidaw únicamente queda en pie la torre del reloj, que peligrosamente inclinada, aún resiste las inclemencias del tiempo. El lugar que probablemente más nos gustó fue una zona en ruinas, donde los restos de las pagodas Yadana Hsini comienzan a fundirse con la naturaleza.

La tarde llegaba a su fin con lo que nos dirigimos otra vez a Amarapura, a observar la caída del sol desde uno de los lugares más emblemáticos del país: el puente de U Bein. Se trata del puente de teca más largo del mundo, de 1,2 km, y conecta Amarapura con el pequeño pueblo de Taungthaman. Sin embargo, no es llegar al destino de la estrecha pasarela de madera lo que movía a sus transeúntes, sino el propio camino en sí. Tranquilos paseaban monjes, parejas, grupos de amigos y algún que otro turista como nosotros a lo largo de inestables tablas de teca. El sol obstinado aún abrasaba con sus últimos rayos obligándonos a todos a descansar cada pocos pasos en bancos o porches rudimentarios. Tanto el ir y venir sosegado de las personas como el paisaje sobre el lago al atardecer siempre quedarán grabados en nuestras retinas.

Memorias de Mandalay

Myanmar es un país que teníamos muchas ganas de conocer y que a pesar de todo, nos ha entusiasmado. Es cierto que tras el accidente que marcó nuestro final de viaje en el lago Inle, los recuerdos todavía son agridulces.  De todos modos, el tiempo que tuvimos para descubrir la tradicionalmente conocida como Birmania, fue suficiente para considerarla una de las naciones más interesantes y bellas del sureste asiático. Comenzamos nuestra ruta por el norte visitando la ciudad de Mandalay y sus alrededores.

Myanmar es un país con una historia cargada de violencia y represión. Desde sus orígenes y a lo largo de los siglos, diferentes grupos étnicos llegados de los países de alrededor han luchado por conquistar la tierra y someter al resto. Siglos de guerras entre los reinos y dinastías Mon, Bamar, Shan o Rakhine  hicieron tanto daño que actualmente muchos de ellos siguen enfrentándose. Para complicarlo todo un poco más, en el siglo XIX irrumpieron en Asia los colonialistas europeos. Inglaterra, además de ambicionar India, extendió sus ansias de ocupación a Myanmar, dando lugar a las tres Guerras Anglo-Birmanas. Los ingleses tomaron y reformaron Burma a su antojo hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial. Los japoneses inicialmente bien recibidos, ocuparon y sometieron igualmente a los birmanos. Los movimientos nacionalistas cada vez fueron cogiendo más fuerza y tras la guerra, liderados por Aung San y su Anti-Fascist People’s Freedom League (AFPFL), consiguieron iniciar las negociaciones y el proceso hacia la independencia del país. Aung San fue asesinado en 1947 sin que hoy se conozca el responsable de su muerte. La independencia del país llegó en 1948 pero los conflictos armados prosiguieron entre comunistas, militares y los diferentes pueblos que luchaban por su religión y su separación. En el año 1962 los militares dieron un golpe de estado y establecieron una dictadura militar que cerró las fronteras y aisló política y económicamente el país. Los birmanos comenzaron a ser controlados, oprimidos y muchos de ellos perseguidos por el nuevo gobierno, que muchas veces tomaba las decisiones basándose en la astrología y las supersticiones.  Ante cualquier intento de protesta eran dispersados a tiros. La más famosa fue la huelga del año 1988 conocida como el Levantamiento 8888 en la que miles de estudiantes fueron asesinados. Tras este acontecimiento inició su lucha por la democracia la hija del estimado Aung San, Aung San Suu Kyi, ganadora del Premio Nobel de la Paz en 1991. Bajo arresto domiciliario la mayor parte del tiempo, han tenido que pasar más de 25 años para que consiguiera convocar unas elecciones. El 8 de noviembre del 2015 el partido liderado por Suu Kyi National League for Democracy consiguió una mayoría aplastante. Constitucionalmente vetada para presidir (por tener marido e hijos extranjeros) en  abril de este año ha sido nombrada consejera de estado y en la práctica ha tomado el mando del país.

Conociendo un poco su historia reciente nos resulta más fácil entender lo diferente que es Myanmar del resto de países que hemos visitado en el sureste asiático. Su gente además, poco acostumbrada al turismo todavía, se muestran curiosos y abiertos con los extranjeros, extremadamente amables y siempre con una gran sonrisa en la cara.

Mandalay es la segunda ciudad más importante del país después de Yangón y puede decirse que es la capital cultural. Es una ciudad grande y caótica que tras el primer vistazo y primeras sensaciones nos trajo a la mente las ciudades de India. Revivimos la suciedad de las calles, los currys, las ropas coloridas, los mascadores (y escupidores) de betel. No obstante, tras las primeras impresiones, resulta evidente que Myanmar se ha ganado una identidad única y singular. Nunca antes habíamos visto caras teñidas de amarillo (thanaka), todos los hombres vestidos con elegantes faldas, disco-budas en los templos, jarras de agua públicas en cada esquina o monjes vestidos de rojo.

Hasta hace poco conocida como «la ciudad de las bicicletas», decidimos recorrer Mandalay de este modo. Rápidamente nos dimos cuenta de que ahora, más que por bicicletas, la ciudad está tomada por grandes coches importados. Parece ser que durante el antiguo régimen era dificilísimo poseer un coche ya que el gobierno exigía una lista interminable de tasas y permisos. Ahora que el país se ha abierto y que sus habitantes son más libres, las grandes ciudades se han llenado de coches. Algo parecido ha pasado con los teléfonos móviles.

A pesar del tráfico, visitamos con nuestras bicicletas, cómodos y seguros, los puntos más importantes de la ciudad. Primero nos acercamos al antiguo palacio real. Rodeado por una gran muralla y un foso, este enorme complejo sigue perteneciendo a los militares. Únicamente se puede visitar la zona donde han sido reconstruidos tras su destrucción durante la Segunda Guerra Mundial, los diferentes módulos que formaban el palacio.

Visitamos varios templos del norte de la ciudad prácticamente solos. La Pagoda Sandamuni nos impresionó por el silencio únicamente roto por el repicar de cientos de pequeñas campanas que coronaban otras tantas pequeñas estupas blancas.

El bizarro monasterio Atumashi Kyaung nos llamó la atención por sus dimensiones desproporcionadas para acoger un minúsculo altar en su interior.

El monasterio Shwenandaw Kyaung, de madera de teca por fuera y dorado por dentro, nos cautivó por su belleza.

Terminamos nuestro recorrido a los pies de la Colina de Mandalay, seguramente el lugar más visitado de la ciudad. Tenemos que reconocer que ya cansados, no nos vimos con  fuerzas de iniciar la empinada ascensión descalzos de 45 minutos. Un amable birmano nos subió en su moto hasta el templo superior, el Sutaungpyi Paya. Aquí nos juntamos con unos pocos turistas y con varios monjes y peregrinos arrodillados ante los disco-budas. Las vistas sobre Mandalay y las montañas nos dejaron a todos impresionados.

Luang Prabang, la ciudad de los templos

Luang Prabang es una pequeña ciudad de Laos que para su tamaño, acoge una cantidad inmensa de templos. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el núcleo central se encuentra ubicado en la confluencia de dos ríos, el Mekong y el Nam Khan. Con 24.000 habitantes, en la parte antigua se alzan más de 50 templos y monasterios budistas y viven 1.000 monjes aproximadamente.

Es una ciudad realmente especial y cautivadora. A lo largo de tres calles principales se suceden hermosos templos dorados, entre casas tradicionales de madera reconvertidas en agradables cafés o restaurantes. Como en todo Laos, la ciudad se mueve despacio, sin prisa, y es posible pasar el día entero de templo en templo, intentando decidir cuál es el más bello.

Algunos templos destacan por sus colores, otros por las estatuas doradas de Buda, otros por los murales que describen su vida y otros simplemente por la atmósfera que se respira en ellos. Los jóvenes monjes realizan sus tareas y rutinas sin prestar demasiada atención a los turistas que los observamos. Cada mañana a las 5:30h recorren las calles en ceremonia recogiendo limosna de devotos budistas arrodillados en filas. Como nosotros no lo somos y parece ser que los turistas que fotografían o que intentan formar parte del rito incomodan más que otra cosa a los monjes, decidimos ahorrarnos el madrugón y dejar tranquilos a monjes y creyentes.

Aunque no sea un templo, igual de imponente es Haw Kham, el antiguo palacio real reconvertido ahora en museo nacional.

El pequeño monte Pho Si domina la ciudad con el templo y estupa Wat That Chomsi en su cumbre. Merece la pena el esfuerzo de ascender las empinadas escaleras. Varios templos y estatuas amenizan el trayecto y una vez en la cima las vistas son espectaculares. Hacia un lado se obtiene una perspectiva preciosa de Luang Prabang entre las montañas. Al otro lado, el imponente río Mekong discurre lento pero imparable rumbo al sur.

Luang Prabang es una ciudad tranquila y como hemos dicho repleta de cafés y restaurantes. La gastronomía de Laos, muchas veces erróneamente considerada tailandesa, es variada y deliciosa. Entre los básicos se encuentra el arroz glutinososticky rice que servido entre hojas de bambú, sirve como acompañamiento de cualquier plato. En su defecto, sorprendentemente es facilísimo encontrar pan o baguettes en Laos y son habituales los puestos de calle de bocadillos. Un plato típico es el laap que básicamente es una ensalada con carne picada (pollo, ternera, cerdo o pato) condimentada con lima y salsa de pescado. Nos enamoramos de un restaurante, el Khaiphaen, que forma parte del grupo de restaurantes Tree Alliance. Se trata de una entidad que ofrece programas sociales y empleo a jóvenes de la calle o marginales. Con restaurantes por todo el sudeste asiático, hemos probado varios de ellos y todos ofrecen unos platos exquisitos. La especialidad del Khaiphaen es el ingrediente del mismo nombre que es una alga exclusiva del Mekong, crujiente y cubierta de sésamo. Aquí también probamos la salchicha típica laosiana, la Sai Oua o la picante ensalada de papaya verde o Lam Som. Otro plato indispensable es la barbacoa laosiana o seendat que además es muy entretenida de preparar.

Por la noche, un mercado nocturno enorme ocupa la calle principal. En él, aparte de comida de calle, se puede comprar todo tipo de artesanía, ropa o souvenirs.

Mercado nocturno de Luang Prabang
Mercado nocturno de Luang Prabang

Alquilamos nuevamente una moto para explorar los alrededores de la ciudad. A 30 kilómetros, tras un camino tranquilo entre campos y poblados,  se encuentran las cascadas de Kuang Si. A pesar de ser bastante concurridas, son de las más bonitas que hemos visto hasta el momento. El camino trascurre a lo largo de varias piscinas naturales turquesa escalonadas en diferentes niveles para llegar al final a la gran cascada de 60 metros. Con mesas de picnic e incluso un restaurante, es un lugar perfecto para pasar el día. Además, en la entrada del parque se encuentra el centro de rescate y recuperación de osos Tat Kuang Si Rescue Centre. El centro forma parte de la organización Free the Bears y protege varios ejemplares de oso negro asiático de los furtivos y de las granjas de bilis de oso.

Por el momento nos despedimos de Laos, volaremos rumbo a un país ya visitado durante este  viaje.

Foto de «Entrega de limosna a los monjes en Luang Prabang»: By Benh LIEU SONG – Own work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15684121.