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Rumbo a Vietnam central, destino Hoi An

Seguimos nuestra ruta por Vietnam de sur a norte, desde Ho Chi Minh rumbo a Hoi An, pero no pudimos resistirnos a parar en las playas del sur.

Como dijimos en el post anterior, moverse por Vietnam es fácil, pero si se hace por carretera, las distancias pueden  resultar largas y pesadas. Por este motivo, decidimos hacer una parada que al final se prolongó una semana en las playas del sur. A 5-6 horas de Ho Chi Minh en «sleeping bus» (aún viajando de día) nos quedamos unos días en Mui Ne.

Sleeping bus vietnamita
Sleeping bus vietnamita

Mui Ne es un pueblo costero turístico, no tan explotado como la cercana Nha Trang, que poco más tiene que ofrecer que playa. Resorts de diferentes categorías bordean la playa, especialmente atractiva por su viento y sus olas.  Destino popular entre los kitesurfers, rápidamente nos gustó el ambiente y sobre todo la tranquilidad que ofrecen las playas tropicales en temporada baja. Nos resultó muy curioso ver cómo el turismo  en esta zona está exclusivamente dirigido a los rusos. Los letreros muchas veces sólo estaban escritos en ruso y nos encontramos incluso con vietnamitas que no pudieron ayudarnos por no saber comunicarse en inglés pero sí en cambio en ruso.

Otra vez saciados de playa, nos trasladamos a la cercana Binh Thuan para coger allí un tren nocturno destino a Da Nang, ya en la Vietnam central. Fueron más de 15 horas de viaje en litera compartiendo la cabina con una familia vietnamita que creemos que no callaron para dormir en todo el trayecto. Fue duro pero a la vez divertido.

Tren en Vietnam
Tren en Vietnam

De Da Nang, bastante cansados, cogimos un taxi rumbo a Hoi An. Nada más llegar a la encantadora guesthouse Han Huyen y dar el primer paseo por las calles de la pintoresca Hoi An se nos pasó todo el cansancio de golpe.

Hoi an es una pequeña ciudad que fue antaño capital comercial del desaparecido imperio Cham y tuvo uno de los puertos más importantes de todo el sudeste asiático entre los siglos XVI y XVIII. Durante esos años, sobre todo chinos y japoneses se asentaron en la también llamada Faifo y la tomaron como base para hacer prosperar sus negocios con el resto de países asiáticos y Europa. Es por este motivo que, bajo influencia de diversas culturas y tradiciones, posee una arquitectura única que se ha mantenido sorprendentemente intacta hasta nuestros días.

Bastante respetado durante la guerra, más tarde considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el Casco Antiguo de Hoi An es un lugar de los que no se olvidan. Hoy en día, atrae a cientos de turistas cada día y los locales han modificado sus costumbres para ganarse la vida gracias al turismo, pero a pesar de todo, cuando paseas por sus calles, entre casas antiguas y farolillos, puedes fácilmente trasladarte a otros tiempos e imaginarte cómo vivían entonces.

Pagando una entrada de 5 euros se puede acceder a 5 de los numerosos lugares que pueden visitarse en el Casco Antiguo, entre ellos varios museos, templos y casas antiguas. De libre acceso es el Puente Japonés que se ha convertido en símbolo de la ciudad.

De todos modos, la esencia de Hoi An se capta simplemente paseando por sus calles, sus sastrerías, sus mercados y sobre todo al anochecer, cuando farolillos de todos los colores iluminan de una forma mágica el camino.

Algo que hemos disfrutado en Hoi An y que no podemos dejar de mencionar es la comida. Montones de restaurantes ofrecen por poquísimo dinero platos suculentos, de sabores contrastados pero suaves, acompañados siempre por Bia Hoi que es la cerveza fresca local, ligera y con un precio que no supera los 20 céntimos el vaso. Los platos más populares y que no nos cansamos de repetir fueron los siguientes: Pho Bo que es una sopa de fideos con ternera condimentada con anís, clavo, canela, jengibre, caldo de pescado… una combinación exquisita que se convirtió en nuestro desayuno diario; los Crispy Wonton que son unos dumplings fritos cubiertos por una salsa de verduritas y gambas agridulces; los White Rose Dumplings que son unas finas empanadillas de papel de arroz rellenas de carne o gambas y cubiertas por ajos crujientes y una salsa dulce o el Cao Lau, una sopa de fideos local con cerdo, verduras y una combinación de especias que la hacen deliciosa.

 

Descanso en la costa sur de Camboya

No todo son templos en Camboya. Hemos conocido la costa del sur del país y ha sido toda una sorpresa para nosotros. Las playas tranquilas, las puestas de sol espectaculares, el ambiente local y la comida, entre muchas otras cosas, fueron motivo suficiente para alargar nuestra estancia en el mar más de lo previsto inicialmente.

Camboya tiene una costa de 450 km aproximadamente conformando la Bahía de Kompung Sao, distribuida en cuatro provincias: la de Koh Kong, la de Sihanoukville, la de Kampot y la de Kep; y además, 60 islas. Nosotros visitamos las tres últimas provincias.

Nuestro campamento base fue Sihanoukville o también conocida como Kompong Som. La ciudad no tiene muchos atractivos y son sus cinco playas las que acaparan toda la atención: la «Victory Beach», la «Independence Beach» o «7-chann Beach», la privada «Sokha Beach», la «Ochheuteal Beach» y una parte de ella que se conoce como «Serendipity Beach» y la «Otres Beach». La zona de la Serendipity es probablemente la más popular y la que más vida nocturna ofrece. Nosotros sin embargo, nos decantamos por la Otres Beach. La más alejada, con sus 4 km de largo, seguramente no tiene el toque paradisíaco de algunas playas de Tailandia con arena blanca y aguas turquesa, pero ofrece una tranquilidad y un ambiente que la hacen única. Está compuesta por dos zonas con alojamientos y restaurantes en primera línea, separadas por una playa pública siempre desierta.

Gracias a una súper oferta en internet nos alojamos en un resort de un nivel bastante superior al que estamos acostumbrados (Mary Beach) y pasamos los días disfrutando del paisaje, del mar, de la comida y de los ratos de no hacer nada. Lo que sí hicimos cada tarde puntualmente fue ver la puesta de sol,  de las más bonitas que hemos visto en Asia hasta el momento.

A un par de horas de Sihanoukville en furgoneta, se encuentran la pintoresca Kampot y la playera Kep, muy cerca entre ellas una de la otra.

Kampot es una tranquila capital de provincia ribereña. Nos alojamos un par de noches en uno de los muchos hostels que se encuentran a lo largo del agradable paseo del río. En las horas de menos calor, el paseo se llena de niños, parejas locales, grupos de amigos, turistas… creando un ambiente muy especial. El centro de la ciudad lo marca un viejo puente semiderruido (por las bombas de los khmer rouge), ya en desuso pero que se ha convertido de alguna manera en símbolo de la ciudad. De arquitectura colonial, tiene un antiguo mercado francés y las calles, no del todo rehabilitadas, le dan a Kampot un toque decadente y singular.

En los alrededores de Kampot hay mucho que visitar. Seguramente de lo que más orgullosos se sienten los locales es de su pimienta. La pimienta de Kampot está reconocida internacionalmente y resulta parada casi obligatoria visitar una de las plantaciones. Nos mostraron, de forma gratuita, las plantas de la pimienta con su fruto, el proceso de cultivo, recogida y procesado. La verdad es que nunca nos habíamos parado a pensar de dónde sale esta especia.

Quizás lo que más nos llamó la atención en la zona de Kampot fue la gran cueva que acoge un minúsculo templo hinduísta de la época pre-angkoriana (siglo VII), el templo de Phnom Chhnork. De aquí seguimos nuestra ruta atravesando los poblados del interior, varias salinas (también es una zona importante de producción de sal), plantaciones de durio y el «Secret Lake» que fue construido durante la época de los khmer rouge para irrigar todos los campos de arroz de alrededor.

Un buen momento para llegar a Kep es al medodía. Es un pequeño pueblo costero que se ha ganado la fama por su mercado de cangrejos. Literalmente los cangrejos se sacan del mar y se venden al momento. Los compradores se agrupan alrededor de grandes cestas repletas de estos crustáceos recién capturados y se van llevando bolsas llenas de agitados animales. Entre este ir y venir de cangrejos también se venden otros mariscos, pescado fresco, comida preparada, frutas, objetos de regalo… El mercado de Kep ha sido uno de los que más hemos disfrutado durante el viaje.

No pudimos marcharnos de Kep sin probar el plato estrella de la zona en uno de los múltiples restaurantes en la línea del mar: el cangrejo a la pimienta. Recién sacado del mar, frito con la rica pimienta local, fue todo un manjar para nosotros y además baratísimo. Con el estómago lleno nos fuimos a pasear a la playa de Kep. Es una playa poco espectacular, amplia pero con arena oscura y agua no cristalina. Lo que realmente nos gustó fue ver el ambiente de camboyanos domingueros. Los domingos la playa se abarrota de familias y grupos, que en lugar de ponerse en la tórrida arena se sientan bajo unos porches preparados y en las aceras. Allí comen marisco y helados que compran a los vendedores ambulantes que pasan continuamente. En el agua niños, adolescentes y mayores se bañan y juegan, por supuesto todos con ropa.

Y con este post nos despedimos de Camboya, por ahora. En los próximos días entraremos por carretera vía Phnom Penh a Vietnam.

Playas de sueño en El Nido y Corón

En Filipinas hemos encontrado lo que buscábamos: las mejores playas del mundo, en El Nido y Corón.

Con mucha paciencia con el transporte filipino, el tiempo y la comodidad no son sus prioridades, nos dirigimos desde Puerto Princesa hacia la costa norte de Palawan en furgoneta. Entre El Nido y Corón pasamos los días o mejor dicho semanas, cautivados por el entorno.

Triciclo filipino

Para llegar a Corón es posible hacerlo en ferry desde El Nido (6 horas), en ferry desde la capital de la isla de Palawan, Puerto Princesa, o en avión desde otras localizaciones de Filipinas. El término de «Corón» resulta un poco confuso cuando te das cuenta de que da nombre a un pueblo, a un municipio, a una isla y a una playa, todos cerca pero en diferentes localizaciones.  Las islas Bisayas son uno de los archipiélagos que, junto con Luzón Mindanao conforman el gran archipiélago de Filipinas. Dentro de las Bisayas occidentales se encuentran las Islas de Calamianes (pertenecientes a la provincia de Palawan). Las principales islas del grupo son Busuanga, Corón, Culion y Linapacán. Corón es un municipio que ocupa parte de la isla de Busuanga y toda la isla de Corón. Su pueblo principal, en Busuanga, se llama obviamente Corón. Es allí donde nos alojamos durante unos días y desde donde pudimos recorrer parte de la isla en moto, sus playas, sus cascadas, sus poblados y salir al mar en diferentes tours de island hopping.

Es muy fácil contratar los tours, habitualmente A, B, C y D son iguales en todas las agencias. Nosotros contratamos una banca o barco tradicional filipino con nuestros amigos Mónica y John y descubrimos durante todo el día unos rincones, playas, lagos e islas impresionantes. Visitamos la Laguna Azul y el Lago Kayangan, el lago Barracuda donde agua dulce y salada se fusionan con ascensos de la temperatura en zonas bajas (accesibles sólo mediante submarinismo) de hasta 40ºC. Nos relajamos en playas solitarias y disfrutamos haciendo snorkel en diferentes puntos de las islas, como en Siete Pecados, que es un pequeño santuario donde se concentran corales de todas las formas y colores con una extensa vida marina. También pudimos ver el más superficial de los barcos japoneses hundidos durante la Segunda Guerra Mundial, el Skeleton Wreck. De hecho, Corón es un conocido sitio de buceo debido a la cantidad de barcos japoneses hundidos durante la guerra que permanecen inertes acogiendo la vida del fondo del mar.

Otro día nos lo tomamos más de descanso y nos embarcamos en la banca para llegar a otras de las muchas playas paradisíacas de Filipinas, entre ellas la de Malcapuya o la de Banana, simplemente para tirarnos en la arena o pasear por la orilla.

De vuelta en ferry a El Nido, norte de la gran isla de Palawan, nos alojamos en unas cabañas a pie de la playa de Corong-Corong (alojamiento muy recomendable: Greenviews Resort). Desde allí, las vistas a la Bahía de Bacuit son espectaculares, sobre todo durante la puesta de sol.

La multitud de islas que salpican el horizonte (que conforman el archipiélago de Bacuit) pueden ser visitadas y es lo que hicimos esta vez con nuestros amigos Vir e Istar. Pasamos unos días inolvidables con ellos. Esta vez hicimos los tours A y C. Llegamos a varias lagunas en las que pudimos movernos con kayak y paramos varias veces en pequeñas playitas desiertas. También hicimos snorkel entre bancos de peces y vimos grandes serpientes de mar y tortugas. Único punto negativo de la zona son las medusas que en la época que hemos viajado aparecían por todas partes.

No pudimos marcharnos de El Nido sin lanzarnos de una isla a otra sobre el mar en la tirolina de 800 metros de largo. Vistas espectaculares a toda velocidad!

Zipline Las Cabañas, El Nido
Zipline Las Cabañas, El Nido

Aquí terminamos nuestro viaje en Filipinas para volar desde El Nido a Manila y desde allí ya otra vez al continente asiático.

Koh Lipe y los urak lawoi, la isla y sus pobladores

En pocos días nos despediremos de Tailandia por el momento y queremos hacerlo de la mejor de las maneras: pasando unos días más de mar, playa y relax en una isla paradisíaca. Nuestro último destino ha sido una pequeña joya en el mar de Andamán, la magnífica Koh Lipe. Aquí no solo hemos encontrado mar y playas, si no que hemos descubierto un lugar impresionante poblado por una gente única, los urak lawoi.

Aparte de por su belleza hemos elegido esta isla también por su ubicación. Muy cerca de la frontera con Malasia, pasaremos por aquí, en barco, al país vecino. Para llegar a ella, el único punto de partida de ferries y speedboats es Pak Bara.

Koh Lipe, cuyo significado es en la lengua indígena «Isla Plana», es tan pequeña que puede recorrerse a pie en poco más de una hora. Se encuentra al sur de las inhabitadas islas de Ko Adang y Ko Rawi, muy  cerca también de la mayor isla que da nombre al parque nacional marino del que forman parte, Tarutao; más cerca de tierras malayas que de la costa tailandesa.

Son tres las playas que bordean las colinas selváticas del interior de la isla: Hat Pattaya, la playa «Sunrise» y la playa «Sunset». Estas playas de arena blanca son la puerta a unas aguas transparentes con arrecife de coral protegido y una rica vida marina. Es más, en esta zona se concentran el 25% de las especies de peces tropicales del mundo.

La de Hat Pattaya es el punto de entrada y salida de la mayoría de longtail boats y en sus aguas descansa una especie de «embarcadero portátil» que recibe todos los ferries y speedboats. A pesar de ello, sus aguas limpias y transparentes permiten contemplar mientras paseas por la orilla multitud de peces, cangrejos y erizos que conforman la vida subacuática. Es una playa larga, de arena fina y blanca, con varios restaurantes que ofrecen pescado fresquísimo a la barbacoa. Tiene alojamientos y también vida nocturna pero del mismo modo que pasa en toda la isla, conserva una atmósfera de tranquilidad impresionante.

La playa «Sunrise» tiene unas aguas algo más animadas a consecuencia del viento y ofrece unas vistas espectaculares a las islas e islotes vecinas. Es larga e ideal para pasear, tranquila pero a la vez llena de vida, en su orilla se localizan algunos alojamientos y varias escuelas de submarinismo.

Por último la «Sunset» es más pequeña y como su nombre indica lugar estratégico para deleitarse con la puesta de sol.

Algo que recomendamos si se visita Koh Lipe es hacer una excursión de día alrededor de la isla visitando las islas vecinas y los mejores puntos de snorkel. Así como en otras zonas de Tailandia siempre está el riesgo de que en este tipo de «tours organizados» te amontonen con decenas de turistas en un barquito minúsculo y te vayan dejando en grupo en las playas más bonitas, en Koh Lipe esto no sucede. Recomendamos el Highlight trip con Dayatravel. Un simpático capitán nos llevó en su longtail boat a los lugares más especiales del Parque Nacional Marino de Tarutao: Hin Sorn, las islas de Koh Dong, Koh Puang, Koh Lor-Kloy, Hin-Ngam y difrentes puntos de snorkel donde pudimos nadas entre peces de colores, calamares, erizos, estrellas de mar, sobre corales blandos de todos los colores. Eso sí, las corrientes en algunas zonas eran importantes y acabamos el día agotados de nadar a contracorriente. El día lo terminamos en la vecina isla de Koh Adang, viendo la puesta de sol desde la playa. Antes de llegar a Koh Lipe hicimos una parada en el mar para, bajo la luna y las estrellas, lanzarnos al agua a nadar en la bioluminiscencia del plancton.

Nos ha resultado muy interesante conocer el origen y la situación actual de la población de la isla. En 1909 el rey tailandés Rama V regaló esta colonia  deshabitada a un grupo de gitanos marinos malayos: los urak lawoi chao le, que  quiere decir «gente del mar». La historia de este pueblo se remonta a hace más de 200 años. Descendientes de habitantes de la isla de Langkawi, cuando los malayos la conquistaron fueron obligados a convertirse al islam. Se negaron y fueron forzados así a pasar a ser un pueblo nómada del mar. Seguramente como resultado de generaciones de estilo de vida marino, se dice que muchos chao le pueden aguantar la respiración durante largos periodos de tiempo y  que tienen una habilidad inusual para ver bajo el agua. La vida junto al mar también les ha ayudado de otras maneras: se cuenta que, en el tsunami del 2004, no murió ningún chao le ya que sus leyendas les alertaron de la bajada brusca de la marea para escapar a tiempo a zonas de altura. Estos seminómadas de creencia animista, vendieron la mayor parte de la isla a especuladores chinos y tailandeses en los años 70. Esta decisión trajo consecuencias desastrosas y hoy en día a penas quedan unos 500 agrupados en unas chabolas metálicas cerca de la playa «Sunrise».

Es una pena que en muchos lugares únicos como este el turismo se convierta en sinónimo de sobreexplotación de los recursos naturales y se ponga en riesgo el futuro de la comunidad local. El año pasado fue publicado en la prensa un artículo muy interesante sobre este tema: Colonizados por el turismo. Para saber más sobre los urak lawoiwww.projecturaklawoi.org.

P1030151 (Medium)

Cuando se pisa Koh Lipe es inevitable por sus playas, su naturaleza y sus aguas, acordarse de Ko Phi Phi; las dos islas son especiales y resultan similares en muchos aspectos. Lo único que no queremos es que Koh Lipe siga los pasos de la fiestera Ko Phi Phi que ya se encuentra saturada de hoteles, comercios y ruido.

Por ahora nos despedimos de Tailandia, de la gente a la que se le escapan las sonrisas de la boca. Nos vamos bastante más morenos y con un montón de experiencias y momentos inolvidables en la mochila.

Sunset en Koh Adang

Ka pun ka Tailandia y hasta pronto! ขอบคุณ!